Virginia
Woolf (Londres, 25 de enero de 1882- Lewes,
Sussex, 28 de marzo de 1941). Novelista, ensayista, escritora de cartas,
editora, feminista y escritora de cuentos, es considerada como una de las más
destacadas figuras del la literatura inglesa.
Fue
miembro del grupo de Bloomsbury.
Tuvo
continuas depresiones, la primera cuando tenía trece años de edad, con la
repentina muerte de su madre.
Más
tarde la muerte de su padre por cáncer en 1904 provocó un ataque alarmante y
fue brevemente ingresada.
En
1912, a los treinta años, se casó con el escritor Leonard Woolf. Virginia
también tuvo relaciones afectivas y sexuales con la escritora y jardinera Vita
Sackville-West .
El
28 de marzo de 1941, Woolf se suicidó. Se puso su abrigo, llenó sus bolsillos
con piedras y se lanzó al río Ouse cerca de su casa y se ahogó. Su cuerpo no
fue encontrado hasta el 18 de abril. Su esposo enterró sus restos incinerados
bajo un árbol en Rodmell, Sussex.
La
obra literaria de Virginia Woolf recibe influjos de Marcel Proust, James Joyce,
Dorothy Richardson, Katherine Mansfield y posiblemente Henry James, pero sus
novelas son altamente experimentales y están llenas de lirismo.
Obras:
Fin de viaje, 1915. Noche y día, 1919. El cuarto de Jacob, 1922.La señora
Dalloway, 1925. El lector común, 1925.Al faro, 1927.Orlando (1928). Una
habitación propia, 1929. Las olas, 1931. Flush, 1933. Los años, 1937. Tres
guineas, 1938.Entre actos, 1941. Y además de otras obras y numerosos ensayos
escribió un Diario desde 1915 hasta 1941.
Una
habitación propia
Una
habitación propia es una obra en la que Virginia Woolf reflexiona ampliamente
sobre las mujeres y la literatura, dos temas que le apasionan. Para abordar
este tema se plantea una serie de cuestiones. Una de ellas es destacar la
directísima relación que existe entre la realidad y la literatura. Realmente,
la literatura es o tendría que ser un reflejo directo y sin distorsiones de la
realidad en que vivimos. Pero no es así del todo, según nos cuenta, ya que el
mundo de la literatura está gobernado por hombres que imponen su punto de
vista.
Aparece
en el libro una imagen metafórica muy representativa que compara a la mujer con
un espejo mágico que distorsiona la realidad a favor del hombre: la aparente
inferioridad de la mujer hace que el hombre se crezca, viéndose más fuerte,
inteligente y poderoso de lo que realmente es.
Según
la autora, ¿con qué dificultades se encuentran tanto hombres como mujeres para
escribir buenas obras? Con el tiempo, el espacio y la concentración. Si para
los hombres ya era complicado adquirir la estabilidad mental adecuada, para las
mujeres aún era mucho más difícil. No disponían de habitación propia,
indispensable para respirar tranquilidad y poder concentrarse. Además, la mujer
estaba obligada a superar algún que otro obstáculo más para poder ser
escritora: la idea estereotipada y absurda de la sociedad de la época de que la
mujer, aunque albergara mucho talento, no podía escribir una novela.
Uno
de los personajes (por supuesto femenino) más representativos del libro es Mary
Beton, una chica corriente de clase media que tiene la suerte de poder
disfrutar de dos circunstancias muy importantes para la supervivencia de una
mujer en un mundo donde sólo hay cabida para hombres: el derecho a voto y el
disponer de una herencia de quinientas libras al año durante toda su vida. Sin
duda, lo que le pareció más importante fue la adquisición de unos ingresos
dignos que le permitiesen olvidar el miedo y la amargura de los días en que
había de vivir de la miseria que ganaba realizando trabajos que no la
satisfacían, y que era lo único que a una mujer se le permitía llevar a cabo
hasta 1918.
Después
de polemizar acerca de los valores y de los puntos de vista masculinos y
femeninos en la novela, Virginia Woolf nos plantea un esbozo ideal de un plano
del alma en el que hay dos poderes: el masculino y el femenino. El estado ideal
para escribir, dice, sería el de la fusión de ambos, donde los dos poderes
puedan vivir juntos en armonía.
Tres
Guineas
En
1935 la escritora feminista inglesa Virginia Woolf recibe una carta de un
prominente señor que no quería las guerras. (La civil española, en curso; y la
segunda mundial ya en puertas). En esa carta le pide tres cosas y le hace una
pregunta. La primera solicitud es firmar una carta dirigida a los periódicos,
la segunda es ingresar a cierta sociedad antibélica y la tercera es contribuir
con fondos para dicha sociedad. La pregunta que le hace es ¿cómo cree usted, en
su opinión, que se podría parar la guerra?.
Virginia
califica la carta como notable, quizá la única en la historia de la
correspondencia, ya que ¿Cuándo se ha dado el caso que un hombre culto próspero
abogado, con las sienes ya un tanto grises- pregunte a una mujer cuál es la manera,
en su opinión, de parar la guerra?.
Responder
a la misiva le llevó a la autora tres años de su vida y no porque hubiera sido
lenta para escribir o pensar sino porque la Woolf, absolutamente conciente de
su ser mujer, se para en y desde ese lugar para pensar, investigar y elaborar
una respuesta en profundidad que le llevó más de mil cuartillas a máquina y que
hoy se conoce como el libro Tres Guineas.
Este es un documento extraordinario que a
pesar de sus 65 años (se publicó por primera vez en 1938) mantiene no sólo una
absoluta actualidad interpretativa sobre la relación entre masculinidad,
autoritarismo y guerra (cultura de la guerra) sino una capacidad de proyección
analítica que pocas reflexiones sobre el tema han tenido y que en estos aciagos
días bélicos, llenos de dolor, de peligro y de preguntas de difícil respuesta
que nos obligan no solo a pensar más sino sobre todo mejor, resulta
imprescindible leer o releer.
¿De qué se trata este libro? Me atrevo a
sintetizarlo así: se trata de la primera obra que ha sido capaz de desmenuzar
el logos masculino, la simbólica viril que construye la relación entre
autoritarismo, cultura de privilegios/poder masculino (patriarcado) y la
generación de la guerra y la única hasta hoy que lo ha hecho de manera tan
global. Una obra que, anclándose en las condiciones de las mujeres de su época,
la trasciende al ir demostrando paso a paso que, siendo la independencia
material una base imprescindible y necesaria -objetivo para el cual dona dos de
las tres guineas-, sin independencia simbólica la incorporación de las mujeres
al mundo público (educación, trabajo y militancia) no evitará que, en unos
años, se vuelva a formular la misma pregunta: ¿En su opinión, como podemos
evitar la guerra?.
Virginia
Woolf marca todo su libro con la idea de la diferencia; empieza aclarándole a
su interlocutor varón que hay una dificultad de comunicación entre nosotros que
hace casi imposible responder a su pregunta.
Disparar
le dice- ha sido un juguete y un deporte de los hombres en la caza y en la
guerra, para ustedes, en la lucha, hay cierta gloria, cierta necesidad, cierta
satisfacción que nosotras jamás hemos sentido ni gozado; para ustedes la guerra
es una profesión; una fuente de realización y diversión; y también es cauce de
viriles cualidades sin las cuales los hombres quedarían menoscabados y que nos
hace imposible comprender los impulsos que inducen a ir a la guerra; estos tres puntos suspensivos representan un
abismo, una separación tan profunda entre nosotros que, durante estos tres
años, he estado preguntándome, sentada en mi lado del abismo, si acaso puede
servir de algo intentar hablar al otro lado.
Durante
todo el desarrollo de la reflexión va reiterando de muchas maneras que las
mujeres solamente podemos ayudar a defender la cultura y la libertad
intelectual por medio de defender nuestra propia cultura y nuestra propia
libertad individual y finalmente acaba su obra negándose a ingresar a la
sociedad del autor de la carta argumentando que la mejor manera en que podemos
(las mujeres) ayudar a evitar la guerra no consiste en repetir sus palabras y
en seguir sus métodos, sino en hallar nuevas palabras y crear nuevos métodos.
La
mejor manera en que podemos ayudar a evitar la guerra no consiste en ingresar a
su sociedad, sino en permanecer fuera de ella.
Se
niega también a firmar su propuesta de carta para los periódicos pero, para
mostrar nuestra solidaridad con sus deseos de paz (objetivo en el coincidimos),
le dona al notable señor una guinea, la tercera; aclarándole que es libremente
otorgada. Final maravilloso ya que, desde la diferencia, logra ponerse ella -y
con ella nos pone a todas las mujeres- en un verdadero plano de libertad
(nombrar desde si, construir el deseo para si y luego otorgar libremente) y por
tanto, en la única forma posible de la igualdad.
El libro lo divide en tres partes (tres
guineas). En la primera, analiza al patriarcado desde el campo de la educación.
Allí
denuncia el modo en que los hombres han robado la educación a las mujeres, no
sólo al dificultársela o directamente impedírsela; al definir su profesión
(gratuita, sin derecho a bienes ni valor) como la de esposa ¿Dónde se funda la
idea de imponer a otros lo que deben ser y hacer (padre de todas las guerras)
si no es en la primera imposición, la que se da sobre las mujeres? Por ello
dona la primera guinea a la tesorera de un pobre colegio universitario para
señoritas.
Sin embargo no se queda allí y se pregunta si
el que las mujeres estudien lo mismo y de la misma forma que los hombres ayudará
a evitar la guerra. Su respuesta es no. No si las mujeres reciben la misma
educación que los hombres, llena de símbolos, jerarquías, títulos, rituales
(que va describiendo en una magistral poética literaria) que sucitan la
competencia, la envidia, el deseo de superioridad, gradeza, poder y triunfo
sobre los demás, deseos de posesiones que mantendrán a cualquier costo,
emociones todas que fomentan la disposición hacia la guerra.
La
mejor educación del mundo no enseña a aborrecer la fuerza sino a utilizarla,
dice. Por ello, aunque sabe que las mujeres necesitan escuelas que les den
conocimientos para construir su libertad, piensa que esa guinea aportaría más a
evitar la guerra si se utilizara para comprar cerillos y gasolina e incendiar
esa escuela.
En
su lugar, las mujeres deberían fundar otra donde nadie tenga temor de pisar una
raya trazada con tiza, donde la competencia quede abolida, la vida sea abierta
y fácil, que acuda con alegría la gente que ama los diversos saberes y
encuentren lugar las mentes de diferente clase y gradación, los diferentes
cuerpos, donde no haya dignatarios, ni desfiles, ni sermones.
Una
escuela para enseñar el arte de la humana relación y no el segregar, el
especializar, el competir, el envidiar (padres de todas las guerras).
En la segunda parte, analiza al patriarcado en
sus ideas de lo que es el trabajo. La reflexión se da en torno a la
conveniencia de donar o no una segunda guinea a una institución que apoya a
mujeres educadas para encontrar trabajo.
Conciente
de que las mujeres necesitamos una cierta autonomía económica, apoya a esta
institución donando la segunda guinea, pero nuevamente se pregunta y reflexiona
si el ingreso de las mujeres al mundo público cambiará la cultura. Su respuesta
es nuevamente no.
No
si las mujeres se dejan sobornar para acceder a entrar en el cautiverio. Y
nuevamente analiza con maravillosa ironía y profundidad cómo está estructurado
material y simbólicamente el mundo del trabajo para evitar la libertad y la
autoridad (en el sentido de autoría no de poder).
El
fascismo dice, no está solamente en los actuales militarismos de Alemania o
Italia, está en la mentalidad de las profesiones, en las estructuras de los
cargos públicos, en el desfile de los símbolos del trabajo. El fascismo habla tanto
en inglés como en alemán. Entonces, para ayudarlo a usted a parar la guerra
-Virginia vuelve a pararse en la diferencia- ¿Es que no tenemos primero que
ayudarla a ella a aplastar a este dictador en nuestro país antes de pedirle que
ayude a aplastarlo en el exterior? De otra manera ¿No llegaremos a ser
igualmente celosas, igualmente competitivas y no estaremos igualmente seguras
del veredicto de Dios, la Naturaleza, la Ley y la propiedad? Porque para parar
la mentalidad guerrera debemos ingresar a las profesiones y no quedar
infectadas por ellas, despojarlas de su capacidad de absorción, de sus celos,
de su competitividad, de su codicia, usarlas para tener propio criterio y
voluntad propia.
La
tercera parte, donde analiza en el mismo sentido la participación de las
mujeres en los espacios de lucha masculinos, la dejo para que la descubra
usted, lectora, ya que finalmente- la intención de esta reseña es que le entren
las ganas de acercarse, hoy como nunca, a este extraordinario e imprescindible
libro de nuestra genealogía de mujeres. (Texto: Ximena Bedregal)
Fin
de viaje.
Ahí
empezó su cuenta atrás, no solo al contar la historia de la joven Rachel
Vinrace, donde criticaba el mundo de la época y rompía los esquemas de la
narración, sino también por lo que anida en el libro de lo que fue y habría de
ser su vida, su concepción de sí misma y sus últimas horas. Fin de viaje supone
un ámbar biográfico y literario de Virginia Woolf (1882-1941) donde destellan
las conexiones entre esa novela y los últimos días de la escritora: los dos
hechos suceden casi al comienzo de la Primera y la Segunda Guerra Mundial, respectivamente;
ambos están precedidos por brotes psicóticos de la narradora y ensayista; la
protagonista quiere desencorsetarse de la herencia victoriana y reivindica
derechos de la mujer, mientras en la vida real, Woolf, con 59 años, ya es
reconocida por todo ello y se enfrenta a un mundo insospechado de cambios
vertiginosos; es en esta historia donde aparece la señora Dalloway, una de las
señas de identidad de la escritora inglesa; en la novela, el amor es un
hallazgo, oscilante, que se intenta describir, algo en lo que Virginia Woolf
insistió de manera infructuosa… y esto es el primer fogonazo entre su ópera
prima y su adiós.
La
primera recoge sus 22 años iniciales, hasta la muerte de su padre en 1904
(periodo en el cual nacen sus demonios, para bien y para mal, y que la
espolean: el padre en la torre de marfil, la madre vigilante, su hermana
Vanessa, pintora, y la sombra del incesto por culpa de uno de sus
hermanastros). La segunda parte es el resto de su vida, año a año. Supone un
asomo al universo Virginia Woolf, que pendula entre las huellas de la época
victoriana y las dos guerras mundiales y, en medio, el mundo que se abre al
modernismo y al que ella misma contribuye con su literatura o grupos como el de
Bloomsbury.
Se puede decir que Fin de viaje refleja las
preocupaciones de Virginia Woolf durante su adolescencia y primera juventud,
siendo centrales cuestiones como las dificultades en las relaciones entre
hombres y mujeres jóvenes, la ignorancia sexual y el lugar en la sociedad que
ocupaban las jóvenes de su clase, e incluso el efecto de la muerte prematura de
la madre.
Ya
en esa obra señala la necesidad de un cuarto propio para la protagonista,
“donde poder tocar música, leer, meditar, desafiar al mundo, habitación que
podía convertir en fortaleza y santuario”.
En
la historia de Rachel, el amor y la felicidad, su búsqueda con el joven Terence
Hewet, es frustrada, y “la cuestión sexual no se aborda”, mientras la escritora
y Leonard sí se casaron, pero llevaron una vida sentimental singular donde,
tanto en la novela como en la realidad, el amor va más allá de lo terrenal y su
realización está impregnada de un aire de imposibilidad; la atracción homosexual
parece aletear alrededor de la joven protagonista y se concreta en la autora.
Rachel
enferma y muere prematuramente, mientras la escritora se suicida. Tras la
muerte de ambas, mientras en la novela se dice: “Nunca dos personas han sido
tan felices como lo hemos sido nosotros. Nadie ha amado nunca como nos hemos
amado nosotros”; en el mundo real, Virginia Woolf dejó una carta a su marido
cuyas últimas palabras son: “No creo que dos personas pudieran ser más felices
de lo que fuimos tú y yo”.
Al faro (1927)
Irene
Chikiar Bauer cuenta qué prestó Virginia Woolf de su vida a cuatro de sus
novelas más emblemáticas y por qué las escribió. Al faro (1927), novela clave
del modernismo y reafirmación de su autora en el canon del siglo XX, y que pasa
por ser, quizá, su obra más autobiográfica no está incluida en este recorrido
precisamente porque es de las que más se suele hablar. Recuerdos de infancia y
manipulación del tiempo resumidos por la biógrafa en Virginia Woolf. La vida
por escrito: “Las ideas y visiones de Al faro convocaban emociones asociadas al
recuerdo de sus padres y de su propia infancia, y evocaban los veranos en St.
Ives y toda la fuerza de esa realidad perdida. Mientras escribía, Virginia
llamaba al pasado y lo fijaba en palabras”.
La
señora Dalloway (1925):
“En
esta novela, la preferida de muchos lectores, quiso ‘mostrar lo escurridizo del
alma’, pero también, mientras la escribía, sintió que tenía casi demasiadas
ideas, quería ‘dar vida y muerte, cordura y locura’, ‘criticar el sistema
social, y mostrarlo en funcionamiento, en su forma más intensa’.
En
La señora Dalloway bosquejó un estudio de la locura y el suicidio: ‘El mundo
visto por cuerdos y locos, lado a lado’. Allí volcó experiencias de sus propias
enfermedades y trastornos psíquicos (en el personaje de Séptimus, un soldado
que sufre stress post traumático y se suicida tras un brote de locura), también
reflexionó acerca de la condición de las mujeres de su época, reflejadas en
Clarissa Dalloway, su hija, la institutriz, o Sally, la amiga de juventud de
Clarissa. Las dificultades de la relación entre hombres y mujeres está presente
en este libro, lo mismo que su amor por la ciudad de Londres, o la devastación
que produce la guerra, una problemática sobre la que trata en casi todas sus
novelas.
Tal
vez, una de las cuestiones que ella consideró más importante es que en esta
obra logró un gran ‘descubrimiento’, un método que le permitió excavar
‘hermosas cavernas’ detrás de sus personajes, logrando “humanidad, humor,
profundidad”.
De
alguna manera, Clarissa Dalloway actúa como doble de Virginia Woolf; muestra lo
que podría haber sido de ella, si la rebeldía a las normas, su conciencia
humanitaria y la pasión por la escritura no hubieran interferido el destino
victoriano que había trazado sus padres y la época en la que le tocó nacer”.
Orlando
(1928):
“Quiso
escribir Orlando en un estilo burlón, claro y sencillo, de modo que la gente
entendiera la novela. El libro, en homenaje a su amiga y ocasional amante Vita
Sackville West, debía tener un cuidadoso equilibrio entre verdad (hechos) y
fantasía (ficción). Pero Orlando es más que un ejercicio brillante y liberador.
Gracias
a esa novela la autora logró ascendiente sobre Vita, la halagó, y a través de
ella tal vez elaboró los celos que le provocaban sus relaciones con otras
mujeres. Además, gracias al Orlando, expresó, en clave literaria, la
liberalidad sexual que caracterizaba a los integrantes de Bloomsbury.
Suerte
de biografía ficcional de Vita, en el libro también se reconocen versiones
satíricas de amigos, parientes e incluso a la propia Virginia Woolf ya que
recrea aspectos de su propia experiencia como escritora, aborda las
problemáticas de género y alude a la bisexualidad de Vita, y a cuestiones de la
identidad al explicitar que en Orlando, ‘el cambio de sexo modificaba su
porvenir, no [modificaba] su identidad”.
Las
olas (1931):
“Aquí
hizo confluir introspección y aventura estética y justifica su tendencia,
siempre presente en los diarios íntimos, de volver al pasado para entender el
presente y proyectarse al porvenir.
Desde
un punto de vista autobiográfico, explicó Las olas como un intento de plasmar
una visión o estado mental que tuvo cuando terminaba Al faro, su anterior
novela, sintiéndose muy desdichada y experimentando el ‘dolor físicamente como
una dolorosa ola que se hincha sobre el corazón’.
También
había deseado expresar ciertas visiones: ‘El lado místico de la soledad’. Las
olas es un libro de madurez, donde recrea los ‘momentos de vida’ que tanto la
habían conmovido de niña; como la vez que no pudo saltar un ‘charco en el
sendero’, porque ‘todo de repente fue irreal […] el mundo entero se volvió
irreal’.
En
esta novela quiso expresar ‘la idea de una corriente continua, no solo de
pensamiento humano’ sino de la Infancia, aunque dejando en claro que no se
trataría de su propia infancia. En polifonía, alternan los soliloquios de seis
personajes que se conocen desde niños y que conservarán su amistad a lo largo
de sus vidas.
Un
séptimo personaje, al que los demás evocan, tiene claras analogías con Thoby,
el hermano que murió en su juventud. Asimismo, características de los
personajes se pueden asociar a los de la propia Virginia Woolf, o a los de su
marido, Leonard Woolf, su hermana Vanessa, y otros integrantes del grupo
Bloomsbury”.
Entre
actos (1941):
“En
tanto que Tres guineas (1938) puede considerarse un alegato pacifista, en sus
últimas novelas, Los años (1937) y Entre actos (1941), la referencia a la
Segunda Guerra Mundial es ineludible. Una Europa ‘erizada de cañones, cubierta
de aviones’ da marco a la última novela de Virginia Woolf.
En
el libro se pasa registro a la vida social de una aldea inglesa. El tema es
afín a su objetivo de relacionar las vidas de sus protagonistas con la mayor
parte de la historia del país; y si bien hay una pequeña escena que tiene lugar
la noche anterior, la historia se desarrolla durante el transcurso del
siguiente día, con los preparativos y finalmente la representación teatral
organizada anualmente por los lugareños para juntar fondos para instalar luz
eléctrica en la iglesia del pueblo.
La
obra cuenta con un público que incluye a la pequeña nobleza, a la alta
burguesía y a los aldeanos, que además de ver la obra, comparten un refrigerio.
Durante los últimos años de su vida, marcada por la guerra y sin poder regresar
a Londres, Virginia Woolf convivió estrechamente con la gente de Rodmell, donde
tenía su casa de campo.
Puede
afirmarse que en Entre actos, recreó muchas de sus preocupaciones y temas que
la guerra reactualizaba: su amor por Inglaterra, su particular patriotismo
ligado a la tradición literaria y al paisaje inglés, sus planteamientos acerca
de la vida individual y comunitaria, sus temores asociados con la guerra.
También se refiere a su idea de la imposibilidad de comunicación, aun entre
personas que se aman.
De
hecho, los personajes se unen y se separan consciente o inconscientemente,
guiados por afinidades electivas cambiantes, rechazos y atracciones que van
dibujando constelaciones que los unifican, o los rescatan, al menos
momentáneamente, de su aislamiento. Las diferencias de clase, generacionales,
sexuales e incluso ideológicas actúan como fuerzas de atracción y repulsión,
que afectan a los individuos, aislados en su propio universo.
Además
de innovar en el estilo, Virginia intentaba indagar en una problemática de
amplio espectro y que abarcaba desde temas acerca del futuro de la
civilización, a otros específicamente literarios como la relación entre el
autor y su público y los modos de representación para llegar a cuestiones de
orden cuasi metafísico.
Fuente:
El País
Virginia
Woolf Documentary
Virginia Woolf vista por
Laura Freixas
The
Recorded Voice Of Virginia Woolf
Grandes Personajes -
Virginia Woolf
Hoy es el Aniversario del Nacimiento de Virginia Woolf, mi homenaje a una de las escritoras que más amo.
ResponderEliminarRecomiendo "Las Olas" por su lirismo y "Una habitación propia" por ser un libro pionero en la liberación de las mujeres.Su diario es sumamente interesante.
No he leído las Olas,me la han recomendado ya varias personas a ver si un día lo saco de la biblioteca y si me gusta me lo compro
ResponderEliminarTe gustará,estoy segura
EliminarUna de las mejores escritoras
ResponderEliminarY unas de las que más influyó en la lucha por los derechos de las mujeres.Una habitación propia y Tres Guineas son libros imprescindibles para comprobar su influencia posterior en la lucha contra la discriminación de las mujeres que desgraciadamente continúa.
EliminarSobre todo en el derecho a la educación para las mujeres tan imposible todavía en algunos países asiáticos y musulmanes
Todo en ella fue literario,hasta su muerte,las piedras en los bolsillos,su búsqueda en el río.. que su marido la enterrase bajo un árbol..
ResponderEliminarEs verdad,Teresa.
EliminarLa escritora que más amo.
ResponderEliminarSu tenacidad, su valentía...
todos sus textos rezuman poesía.
Buen gusto!!
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