Hay guerras en las
que las mujeres tienen mucho que perder. No estoy hablando de la Vida. Estoy
hablando de la Dignidad y, sobre todo, de la Libertad. O mejor dicho, estoy
hablando de “las libertades”, esas
libertades que las mujeres han ido conquistando paso a paso, grano a grano, a
través de los siglos.
Las milicianas que
salieron en 1936 a defender la República lo sabían. El trabajo fuera del hogar
y alcanzar en muchos casos una independencia económica de la que antes carecían
supuso para muchas mujeres una conciencia de emancipación que antes no tenían,
por eso, no dudaron en participar decididamente en el frente, dentro de las
milicias, no sólo como enfermeras, lavanderas, sino también como soldados. Las
primeras mujeres que se incorporaron al combate fueron las militantes
anarquistas, las de UGT y las del POUM. Hay que resaltar que “Las milicias obreras”
fueron el segundo ejército del mundo que incorporó a la mujer, tras haberlo
hecho el ruso por primera vez en 1917.
Se fueron al frente a defender lo que “ya era
suyo”. Cuando perdieron, la represión
fue enorme, muchas fueron fusiladas, encarceladas, rapadas, violadas,
apaleadas, mofadas. Tuvieron que
adaptarse a la miseria moral que les impusieron los vencedores. El machismo, el
fascismo y el nacional-catolicismo “las devoró”. Marina Ginestà fue la imagen
simbólica de esta Resistencia
Las Mujeres que
luchan contra el avance de los extremistas islámicos libran una batalla aún
peor, para ellas la pérdida de sus derechos significa ser condenadas a vivir
confinadas en sus casas, sin poder hacer nada por ellas mismas, siempre
esperando las órdenes de un varón. Para ellas significa ser enterradas en vida.
Por eso las mujeres han cogido las armas y han plantado resistencia.
Las mujeres kurdas
han llegado a formar una parte importante del regimiento sirio en la lucha
contra los extremistas islámicos del EI. Alrededor de un tercio de su Ejército
son experimentadas mujeres que luchan en el campo de batalla en igualdad con
los hombres. Además, las mujeres forman parte de una inusual estrategia
psicológica para "volver locos" a los islamistas ya que los
yihadistas creen que si los mata una mujer, ellos no podrán ir al cielo, por lo
que no les gusta luchar contra ellas. Para un yihadista una luchadora femenina
es considerada como 'haram', lo que significa 'maldición' o 'visión inquietante
y aterradora'.
Ellas mismas
comentan: “Cuando ven a una mujer con un arma de fuego, sienten tanto miedo que
comienzan a temblar. Se retratan a sí mismos como chicos rudos para el mundo,
pero cuando ven a una de ellas con armas, se escapan. Los terroristas del IS nos
odian. Aterrorizan a la población secuestrando a mujeres y niños pero en el
fondo nos temen. Dicen que morir a manos de una mujer es una deshonra. A quien
le sucede le está vetado el paraíso".
"Las mujeres
somos muy bien recibidas. Al vernos, nuestros camaradas varones fortalecen su
compromiso de defender los valores de nuestra sociedad frente al EI",
agregan
En esta
guerra las mujeres se muestran como "luchadoras más valientes" que
los hombres. No se asustan de cualquier cosa. Van a luchar hasta el final
porque prefieren morir antes de ser capturadas por el EI.
"No tenemos
otra opción: o les vencemos o nos convertirán en sus prisioneras y nuestra vida ya no tendrá valor".
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